26.2.05

Ultimátum a la Tierra

(vista por Vieco)

Cuando se tiene un gran recuerdo de una película es muy peligroso volver a verla al cabo de unos años. Quizá esta o tú hayáis envejecido mal.
La primera vez que vi “Ultimátum a la tierra” fue a mis tiernos 16 años y me entusiasmó. Un film con buenas intenciones y mejores resultados que pasó rápidamente a formar parte de mi lista de cabecera. Hay que decir que en aquellos tiempos yo era un soñador, un ingenuo optimista. La vida resplandecía con los colores del arco iris y cada día era una nueva promesa. Eso solo me duró hasta los 17.
10 años después, más viejo y más cansado, fui a la Filmoteca a redescubrir este clásico de la ciencia ficción con la firme esperanza de pasar una bonita velada junto a Michael Rennie y su robot Gort. No fue así. Hasta la primera mitad, la película aguantó estoicamente. Sus precarios efectos especiales pasaban por alto ante el cariño con el que estaban hechos y todo el film respiraba una ingenuidad encomiable. Pero a partir de la segunda mitad empezó el debacle. A parte de los problemas de ritmo, lo que más me molesto fue ese pretendido mensaje pacifista. Si lo viéramos con ojos indulgentes podríamos llegar a la conclusión que el mensaje es bonito, tontorrón, pero bonito. De no ser así veríamos que no es ni tan bonito ni tan inocente como se pretende. La cosa más o menos venía a decir: “Nosotros los marcianos somos una raza superior y pacífica. Como queremos que haya paz en todo el universo hemos creado una súper raza de robots machacones que vigilarán y aniquilarán a todo aquel que no quiera ser pacífico.” Los robots en questión eran una especie de primo de zumosol embutido en corchopan, y estaban dispuestos a repartir leña a quien hiciese falta. Espero que no se la pasen Bush, podría darle ideas.
Vale que era otra época y que la Guerra Fría estuvo a punto de dejar el planeta en los huesos, pero hay que reconocer que un poco fascistoide si es la cosa.
Quizá muchos se ofendan por atacar uno de los clásicos incontestables de la ciencia ficción. Pero no es mi intención debatir la calidad del film, cosa absurda a estas alturas. Sólo quería relatar la muerte de un mito. Una película que durante años recordé con ternura y afecto. Dicen que no hay que tocar la memoria de los muertos. A veces, la de los vivos, tampoco conviene removerla.
-by Vieco

(Pero al Listo sí que le gustó)

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