La Guerra Fría fue un juego peligroso, pero dio pie a algunas cosillas buenas: a) un fabuloso progreso científico y tecnológico, b) un molón aunque efímero intento de conquista espacial y c) la mejor película de Stanley Kubrick, que no es poco.
Algunos directores afirman que su intención es entretener... otros se las dan y pretenden hacernos pensar... los más pesados aspirar a mostrar sentimientos que llevan dentro (ai, uix)... Kubrick dejó de lado estas chorradas y se planteó un reto gordo: salvar a la humanidad. En serio.
El Pentágono, tras leer el guión, apretó el culito y se negó a colaborar en el invento, pero tras ver la película no fueron pocos los peces gordos que se replantearon un par de cosillas. Me los imagino meditando en la oscuridad de un multisalas, con una caja de palomitas en una mano y un refresco de cola con mucho hielo en la otra, la boca abierta sin masticar y mirada perdida, introspeccionándose el alma y preguntándose ¿qué coño estamos haciendo? ¿y si fuese verdad que eso de que la destrucción mutua asegurada no es una buena idea? ¿y si valiese la pena replantearse algunas de nuestras estrategias más cafres?
Algunas escenas incluso fueron proyectadas y analizadas en el Congreso, menudo cachondeo, que bien se lo pasan los peces gordos, yo de mayor quiero ser congresista estadounidense.
Y una de las máximas metas a las que puede aspirar un cineasta (o un ser humano en general) es lograr que la gran superpotencia mundial responsable de las mayores matanzas de civiles de la historia se lo piene un par de veces antes de arriesgarse mandar a tomar por culo todos los bichos y plantas del planeta que no sean compatibles con la lluvia radioactiva, no me digan que no.
Pueden decirse muchas cosas buenas sobre esta farsa, pero todas quedan eclipsadas al preguntarnos ¿cuantas vidas habrá salvado? Quizá todas, menudo peliculón.
Que encima sea una película divertídisima a la par que acojonante ya es lo de menos. Parte de una novela tontorrona y la convierte en una bacanal de hilarante suspense, un festival de pallasadas, una tarta de frases memorables. Y sale el Peter Sellers (por triplicado), pero la estrella no deja de ser Sterling Hayden y sus preciosos fluidos corporales.
Hoy estaba leyendo las memorias de Kurt Vonnegut y el tío dice que Dr Strangelove se hizo tan popular debido a su gran final feliz. Menudo personaje, este también... We'll meet again, don't know where, don't know when, but I know we'll meet again some sunny day.
Nota: matrícula de honor.
6.11.07
Dr Strangelove or How I learned to stop worrying and love the bomb
por Listo Entertainment en 11:59 a. m.
Etiquetas: 10, guerra fría, kubrick, scott, sellers, sf, vonnegut
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2 comentarios:
Gran película, insuperable farsa y gran dirección de Kubrick con momentos memorables como el asalto a la base americana con el cartel propagandistico: "HACEMOS DE LA PAZ NUESTRO TRABAJO". Mucha mala baba.
Y ahora el típico comentario repelente, pero alguien lo tiene que hacer: el general de los fluidos corporales es Sterling Hayden, el que está loco como una cabra, vamos; George C. Scott hace de general bien situado en el establishment. En fin una alegria recordar semejante festín cinematográfico.
coñe, que despiste, pues aquí lo corrijo pero en el filmafiniti se queda con el fallo.
un abrazaco y gracias por el aviso,
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